El tomillo y la hierba en el techo de mi habitación

Benjamin Palencia Antonio Ballester Moreno
Madrid
13.09.1827.10.18
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Hace unos años Antonio Ballester nos recordaba que “nada se puede entender como un ente autónomo (…). Una planta no puede vivir sin la luz y los nutrientes que le da la tierra y tú no puedes entender una planta aislada de su entorno”. Como partiendo de esa idea, esta exposición reúne dos miradas a la naturaleza proyectadas desde Madrid y con ojos de artista: la del propio Ballester, ahora, y de Benjamín Palencia, años atrás. Son dos miradas distintas y extremadamente personales, pero sus objetivos y sensibilidades resultan muy próximos. Antes y después de la guerra civil Palencia fijó, con Alberto Sánchez, su atención en las infinitas posibilidades de lo ínfimo. Palencia veía con ojos nuevos, y al mismo tiempo ancestrales, las ramas, las piedras, las tierras, los insectos, todo aquello que configuraba el horizonte del campo de Vallecas, y en todo ello encontraba estímulos para formular una modernidad local y universal. Tan local como el paisaje más próximo, tan universal como los elementos básicos que hacen posible la vida: la luna, el sol…Ballester, por su parte, se fija en la naturaleza atendiendo a la geometría primaria que contiene y también a aspectos más físicos, como las texturas, para mostrar hasta qué punto la experiencia humana y la de la naturaleza constituyen una unidad. Ballester y Palencia están separados por muchas décadas, pero unidos por un mismo deseo de centrarse en el origen, de reducir el arte a lo esencial.

Del mismo modo que nada se puede entender como un ente autónomo, y que las plantas necesitan de la luz y de los nutrientes de la tierra, así los artistas del presente se alimentan, de un modo consciente o no, de su entorno cultural. Hay un hilo de continuidad entre Palencia y Ballester, una cercanía que va mucho más allá de las similitudes formales: contemplar sus piezas juntas, invitarlas a compartir espacios, las hermana en su sentido último, en su deseo de entender los ciclos de la naturaleza, y por tanto la vida, de una forma popular y sofisticada a la vez, contemporánea y ancestral. En esta exposición se hace evidente que el arte de las llamadas vanguardias históricas no es algo remoto, del pasado, sino el fertilizante natural del presente. Y que el arte del presente no nace de la nada, sino que encuentra un camino propio partiendo de experiencias anteriores. El esfuerzo de esta muestra, que supone un inusual proyecto conjunto por parte de dos galerías madrileñas aparentemente dedicadas a dos épocas y a dos públicos distintos, resulta, por esa misma razón, extraordinariamente oportuno. Significa que, en realidad, tampoco el trabajo de las galerías debe entenderse aisladamente. Significa que Leandro Navarro y MaisterraValbuena fertilizan un mismo territorio.

A pesar de su cercanía espiritual, Palencia y Ballester no pudieron colaborar por habitar en épocas diferentes. Pero Leandro Navarro y MaisterraValbuena habitan en la misma ciudad y en el mismo momento. Su confluencia en esta exposición revela el flujo natural de la historia del arte y las raíces culturales del presente, y permite intuir las estimulantes posibilidades que un trabajo creativo y cómplice como este pueden deparar en el futuro.

 

María Dolores Jiménez-Blanco

 

Antonio Ballester Moreno
Sin título, 2018
253 x 195 cm
acrylic on jute
Benjamín Palencia
Sin Titulo, 1930
Ink on paper
28 x 21,5 cm
Antonio Ballester Moreno
(TBT) Planta verde negativo, 2018
200 x 145 cm
acrylic on jute
Antonio Ballester Moreno
(TBT) Planta verde positivo, 2018
200 x 145 cm
acrylic on jute
Benjamín Palencia
Mirando el paisaje, 1930
30 x 24 cm
Ink on paper