Inspirándose en la historia, la arqueología, la geología, la antropología y la lingüística, Maria Loboda basa su trabajo en la interpretación y reapropiación de los símbolos y rituales de diversas sociedades. La lectura transhistórica que hace la artista de los mitos, de las ciencias arcanas, ocultas y alquímicas, presenta formas icónicas que cuestionan el poder o la obsolescencia de los artefactos inventados por la humanidad frente a fuerzas superiores. Lejos de intentar establecer una cronología o clasificación, Maria Loboda crea una estética, una especie de simbolismo, cuyo alcance trasciende el tiempo y el espacio, desplegando narraciones enigmáticas que llegan a perturbar al espectador.
Inspired by history, archaeology, geology, anthropology, and linguistics, Maria Loboda bases her work on the interpretation and re-appropriation of the symbols and rituals of human societies. The artist’s transhistorical reading of myths, of arcane, occult, and alchemical sciences, brings forth iconic forms that interrogate the power or obsolescence of the artefacts invented by humanity in the face of surpassing forces. Far from attempting chronology or classification, Maria Loboda creates an aesthetic, almost a symbolism, whose reach transcends time and space, unfolding elliptical and enigmatic narratives to perturb the visitor.
Lord of Abandoned Success (L’Argile Humide) considera la imposibilidad de alcanzar un estado de finalización en el ámbito de la creación artística. La arcilla húmeda colocada en los soportes de escultor envueltos aún en plástico y ropa (como un traje de negocios o una chaqueta vaquera) esperan que las manos humanas vuelvan a moldearlas. Pero como el título, tomado de la carta del tarot Ocho de Copas, ya predice, que el material ha sido abandonado, su escultor no volverá a él. Aquí Loboda nos muestra una escultura completa disfrazada de incompleta, una contradicción comparable a la de la Carta de Lord Chandos (1902) de Hugo von Hofmannsthal, cuyo autor ficticio describe articuladamente su pérdida de palabras. Las obras de Loboda provocan desconfianza hacia lo supuestamente evidente, pero también nos invitan a hacernos amigos de las incertidumbres que poseen, y que también se encuentran en lo que nos rodean.
Texto completo de Carolin Köchling
Lord of Abandoned Success (L’Argile Humide) considers the impossibility of reaching a state of completion in the realm of art making. The wet clay placed on sculptors’ stands wrapped in plastic film and clothes (such as a business suit or a denim jacket) awaits human hands to mould it. But as the title –taken from the Eight of Cups tarot card– already predicts, the material has been abandoned, its sculptor won’t return to it. Here Loboda shows us a completed sculpture disguised as incomplete, a contradiction comparable to that in Hugo von Hofmannsthal’s Letter of Lord Chandos (1902), whose fictional author articulately describes his loss of words. Loboda’s works provoke mistrust in the supposedly evident, but also invite us to make friends with the uncertainties they –and the things we are surrounded by– possess.
Extract, full text by Carolin Köchling
Ésta es la carta que Philip, Lord Chandos, hijo menor del Conde de Bath, escribió a Francis Bacon, posteriormente Lord Verulam y vizconde de Saint Albans, para disculparse ante el amigo por haber abandonado toda actividad literaria.
Dais prueba de bondad, muy venerado amigo, al escribirme así, pasando por alto los dos años de mi silencio. Más que bondadoso os mostráis al expresar preocupación por mi persona, extrañeza atribuible al anquilosamiento en que parece hundirse mi mente con esa facilidad y gracia de que sólo son capaces las almas lo bastante grandes para comprender los peligros de la vida, sin por ello desanimarse.
Termináis con el aforismo de Hipócrates: Qui graui morbo correpti dolores non sentiunt, iis mens aegrotat, y opináis que necesito de la medicina no sólo para dominar mi enfermedad, sino todavía más para aguzar mis facultades en el entendimiento de mi estado interior. Quisiera contestaros como, por la amistad que me profesáis, lo merecéis; quisiera abriros mi corazón entero, y no sé qué hacer para lograrlo. Ni siquiera estoy seguro de ser todavía el mismo a quien venía dirigida vuestra preciosa carta; de veras, a los 23 años me pregunto si puedo ser yo quien a los 19 escribiera aquel Nuevo París, aquel Sueño de Dafne, aquel Epitalamio, esos juegos pastoriles, titubeantes bajo la suntuosidad verbal, y de los cuales una celestial reina y algunos lores y señores en extremo benévolos aún se dignan acordarse. Y de nuevo, ¿seré el mismo que, a los 23, bajo las arcadas de la Plaza Mayor de Venecia, se acomodaba a la estructura de aquellos períodos latinos cuyo plan intelectual y cuya construcción lo complacían más que los edificios que Paladio y Sansovino hicieron surgir del mar? Y suponiendo que sea el mismo, ¿cómo explicar entonces que de mi inconcebible yo se hayan borrado todas las huellas y cicatrices de esa creación de mi pensamiento en tensión, a tal grado que desde vuestra carta, que tengo delante, me está mirando con ojos fríos y extraños el título de aquel pequeño tratado; que incluso no reconocí en seguida tal título como una unidad familiar de palabras coherentes, sino sólo pude entenderlo palabra por palabra, cual si esas voces latinas, de tal manera enlazadas, se me hubieran aparecido por primera vez? Mas en fin, soy yo el autor, y hay mucho en estas preguntas de cierta retórica comparable a la que se usa entre las damas y en la Cámara de los Comunes, cuyas capacidades, tan sobrestimadas en nuestra época, no alcanzan sin embargo a penetrar en el corazón de las cosas. Pero el mío sí tengo que descubríroslo –la peculiaridad, el desvarío; digamos, la enfermedad de mi mente- a fin de haceros comprender el abismo infranqueable que me separa tanto de los trabajos literarios que, aparentemente, aún me quedan por acometer, cuanto de los que he dejado atrás y que tan ajenos se me hacen que vacilo en llamarlos míos.
Texto completo:
http://depts.washington.edu/vienna/documents/Hofmannsthal/Hofmannsthal _Chandos.htm
This is the letter Philip, Lord Chandos, younger son of the Earl of Bath, wrote to Francis Bacon, later Baron Verulam, Viscount St. Albans, apologizing for his complete abandonment of literary activity.
It is kind of you, my esteemed friend, to condone my two years of silence and to write to me thus. It is more than kind of you to give to your solicitude about me, to your perplexity at what appears to you as mental stagnation, the expression of lightness and jest which only great men, convinced of the perilousness of life yet not dis couraged by it, can master.
You conclude with the aphorism of Hippocrates, “Qui gravi morbo correpti dolores non sentiunt, us mens aegro tat” (Those who do not perceive that they are wasted by seri ous illness are sick in mind), and suggest that I am in need of medicine not only to conquer my malady, but even more, to sharpen my senses for the condition of my inner self. I would fain give you an answer such as you deserve, fain reveal myself to you entirely, but I do not know how to set about it. Hardly do I know whether I am still the same person to whom your precious letter is addressed. Was it I who, now six-and-twenty, at nineteen wrote The New Paris, The Dream of Daphne, Epithalamium, those pastorals reeling under the splendour of their words-plays which a divine Queen and several over indulgent lords and gentlemen are gracious enough still to remember? And again, was it I who, at three-and-twenty, be neath the stone arcades of the great Venetian piazza, found in myself that structure of Latin prose whose plan and order delighted me more than did the monuments of Palladio and Sansovino rising out of the sea? And could I, if otherwise I am still the same person, have lost from my inner inscrutable self all traces and scars of this creation of my most intensive thinking-lost them so completely that in your letter now lying before me the title of my short treatise stares at me strange and cold? I could not even comprehend, at first, what the familiar picture meant, but had to study it word by word, as though these Latin terms thus strung together were meet ing my eye for the first time. But I am, after all, that person, and there is rhetoric in these questions-rhetoric which is good for women or for the House of Commons, whose power, however, so overrated by our time, is not sufficient to pene trate into the core of things. But it is my inner self that I feel bound to reveal to you-a peculiarity, a vice, a disease of my mind, if you like-if you are to understand that an abyss equally unbridgeable separates me from the literary works lying seemingly ahead of me as from those behind me: the latter having become so strange to me that I hesitate to call them my property.
Full text:
http://depts.washington.edu/vienna/documents/Hofmannsthal/Hofmannsthal _Chandos.htm